El Laverinto Del Eclipse-Chapter 34: Capítulo 2 – La Maldición de los Portadores
Chapter 34 - Capítulo 2 – La Maldición de los Portadores
La lluvia seguía cayendo sobre la ciudad en ruinas.
Kai y los demás corrían sin detenerse, con los Alfas persiguiéndolos. Cada sombra podía ser una emboscada, cada callejón, una trampa mortal.
Pero algo no estaba bien.
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Mientras esquivaban escombros y disparaban a los infectados que los seguían, Kai notó algo extraño en el comportamiento de los Alfas. No solo los estaban cazando... los estaban guiando hacia un lugar específico.
—Nos están forzando a ir en una dirección —gruñó, mirando a Lía.
—¿Hacia dónde? —preguntó ella, jadeando.
—Hacia el distrito central.
Darío, que corría a su lado, palideció.
—No... No podemos ir allí.
Kai lo agarró del brazo y lo obligó a seguir avanzando.
—Explica rápido.
Darío tragó saliva.
—Es... un área prohibida. Nadie que entra sale con vida.
—¿Por qué? —preguntó Lía.
Darío vaciló.
—Porque ahí están los Portadores.
Silencio.
Incluso en medio de la persecución, esas palabras hicieron que todos sintieran un escalofrío.
Los Portadores.
Habían escuchado rumores sobre ellos. No eran simples infectados. No eran como los Berserkers, que eran pura rabia, ni como los Acechadores, que cazaban desde las sombras. Los Portadores eran algo peor.
—¿Qué demonios son? —preguntó Roldán, mientras disparaba a un Alfa que se acercaba demasiado.
Darío respiró hondo.
—Son... los orígenes del virus. Los primeros en ser infectados.
Lía sintió un nudo en el estómago.
—¿Cómo siguen con vida después de 24 años?
Darío negó con la cabeza.
—No están vivos. Pero tampoco están muertos.
Kai apretó los dientes. Cada nueva revelación sobre el virus lo hacía sentirse más atrapado en algo imposible de controlar.
El virus Eclipse no era solo una enfermedad.
—Mierda —masculló Ana—. Si los Alfas nos están llevando hacia ellos...
—Significa que los Portadores siguen activos —terminó Kai.
Y eso lo cambiaba todo.
Los Portadores – El Verdadero Horror del Virus Eclipse
El grupo se detuvo en un callejón en ruinas, tratando de recuperar el aliento. Las calles estaban demasiado silenciosas.
Kai miró a Darío.
—Dime todo lo que sepas sobre los Portadores. Ahora.
Darío pasó una mano temblorosa por su cabello mojado.
—El virus Eclipse fue diseñado para evolucionar. Pero su primera fase... fue un error.
—¿Error? —Lía entrecerró los ojos.
Darío asintió.
—Los primeros infectados no murieron ni se convirtieron en criaturas rabiosas como los Berserkers. Ellos mutaron de una manera diferente.
Lía sintió que su piel se erizaba.
—¿Cómo de diferente?
Darío tragó saliva.
—El virus se fusionó con ellos. Sus cuerpos dejaron de descomponerse, pero tampoco eran humanos. Son... parásitos en cuerpos inmortales.
Ana maldijo en voz baja.
—¿Y cómo se les mata?
Darío se encogió de hombros.
—No se puede.
Silencio.
Kai sintió un nudo en el estómago.
—¿Me estás diciendo que hay criaturas ahí afuera que llevan 24 años infectadas y que no pueden morir?
—No es solo eso —susurró Darío—. Siguen conscientes.
Lía sintió un escalofrío recorrer su columna.
—¿Siguen pensando como humanos?
—Sí —susurró Darío—. Pero ya no lo son.
Un sonido interrumpió la conversación.
Un susurro.
Una voz deformada.
—...Aún... podemos... recordar...
El grupo giró al instante.
Entre la niebla, una silueta alta se alzó. Su piel era pálida, casi traslúcida, y su rostro estaba cubierto por venas negras que palpitaban lentamente. Sus ojos no eran humanos. Eran pozos oscuros sin alma.
Kai levantó su arma, pero su instinto le decía que una bala no bastaría.
El Portador inclinó la cabeza.
—¿Por qué... nos... temen...?
Su voz era un eco hueco, lleno de algo que antes fue humano.
Lía sintió que su cuerpo no reaccionaba.
Por primera vez en mucho tiempo, tenía miedo de verdad.
Kai, sin dudarlo más, gritó:
—¡Corran!