El Laverinto Del Eclipse-Chapter 16: Capítulo 4 – Ecos de la Sangre
Chapter 16 - Capítulo 4 – Ecos de la Sangre
El humo aún flotaba en el aire cuando Kai y Lía se alejaron de las ruinas de la cabaña. Sus pasos eran rápidos, pero la niebla dificultaba la visión. Sabían que los Heraldos del Eclipse seguían tras ellos. No podían detenerse. No todavía.
El bosque se extendía ante ellos como un laberinto de sombras. El fuego había quedado atrás, pero el eco de la muerte de Gideon aún resonaba en sus mentes. Lía iba delante, su ballesta lista. Kai la seguía, con el machete aún ensangrentado en su mano.
—Necesitamos un lugar seguro —susurró Kai.
Lía no respondió de inmediato. Estaba tensa, con la mirada fija en el camino.
—No existe un lugar seguro —respondió al fin.
Kai quería discutir, pero sabía que tenía razón. Desde el momento en que el Eclipse cayó sobre el mundo, la seguridad se convirtió en una ilusión.
Caminaron durante horas, moviéndose entre árboles muertos y tierra seca. A medida que avanzaban, la niebla parecía menos densa, pero la sensación de ser observados no desaparecía.
—Nos siguen —susurró Lía.
Kai se detuvo. Agudizó el oído. Pasos.
No eran los Heraldos. Los pasos eran erráticos, torpes.
—Infectados.
Lía asintió. Dos figuras emergieron entre la bruma. Sus cuerpos eran delgados, consumidos por la enfermedad. Ojos vacíos y bocas temblorosas.
Kai levantó el machete. Lía apuntó.
El primer infectado se lanzó hacia ellos con una velocidad antinatural. Kai reaccionó, girando sobre sí mismo y cortando con su arma. El filo atravesó el cuello de la criatura, pero no cayó.
Lía disparó. La flecha se hundió en el cráneo del segundo infectado, que se desplomó en el suelo. Pero el primero seguía moviéndose, su cabeza apenas sostenida por un pedazo de piel.
Kai retrocedió cuando la criatura intentó morderlo. No sentía dolor.
—Estos no son como los otros... —murmuró Lía.
Kai no tuvo tiempo de responder. El infectado se lanzó de nuevo, pero esta vez él fue más rápido. Le hundió el machete en el pecho y lo empujó contra un árbol.
La criatura se sacudió. Algo dentro de su cuerpo se movió.
—¿Qué demonios...?
Lía miró con horror cuando la piel del infectado comenzó a partirse. Como si algo dentro de él estuviera tratando de salir.
—¡Kai, aléjate!
Pero era demasiado tarde.
De dentro del cadáver, brotó una masa oscura, retorcida, llena de espinas y extremidades deformes.
Era una nueva fase del virus.
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La criatura se impulsó contra Kai con una velocidad brutal. Lía disparó, pero la flecha apenas la detuvo. Kai rodó por el suelo, evitando las garras que casi lo alcanzan.
—¡Corre! —gritó Lía.
Pero Kai no podía dejarlo así. Si esto era una nueva mutación, tenían que saber cómo matarla.
Tomó una piedra y la arrojó contra la criatura. No reaccionó.
No tenía ojos.
—Es ciega —murmuró.
Lía entendió al instante. El sonido la guiaba.
Kai agarró su cantimplora y la lanzó lejos. El metal chocó contra una roca y el infectado se giró de inmediato, atacando el ruido.
Era su oportunidad.
Lía corrió alrededor de la criatura, sacando su cuchillo. Con un movimiento preciso, le cortó la base de la columna.
El cuerpo se desplomó, temblando. El virus intentó regenerarlo, pero Kai no le dio tiempo. Hundió su machete en la cabeza, partiéndola en dos.
El bosque quedó en silencio.
Ambos respiraban con dificultad.
—Esto... esto no es normal —susurró Lía.
Kai miró el cadáver. Los infectados estaban cambiando.
—No podemos quedarnos aquí —dijo.
Caminaron sin hablar durante otro par de horas. La niebla finalmente se disipó.
Y entonces lo vieron.
Un asentamiento.
A lo lejos, entre los restos de edificios destruidos, se alzaban luces.
—¿Crees que sea seguro? —preguntó Kai.
Lía lo miró.
—Solo hay una forma de averiguarlo.
Se dirigieron hacia la ciudad sin saber que la verdadera pesadilla apenas comenzaba.