El Laverinto Del Eclipse-Chapter 20: Capítulo 2 – Traiciones en la Penumbra

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Chapter 20 - Capítulo 2 – Traiciones en la Penumbra

La oscuridad aún persistía en el Último Bastión mientras el grupo se reunía en la sala central. La atmósfera era tensa, cargada de sospechas y rencores no resueltos. Tras la llegada de Kai y Lía, el Capitán Roldán había convocado a una reunión urgente para repasar la situación del asentamiento y planificar la expedición hacia el laboratorio abandonado, que, según rumores, podría contener pistas sobre el origen del virus Eclipse.

La sala era amplia pero austera: mesas de metal oxidadas, sillas desgastadas y paredes decoradas con mapas trazados a mano que marcaban las rutas de escape y puntos críticos del territorio. En una esquina, una vieja lámpara de aceite emitía una luz temblorosa que apenas disipaba las sombras. Los rostros de los supervivientes mostraban cansancio, pero también determinación; en sus ojos se percibía la lucha constante por preservar lo que quedaba de la humanidad.

El Capitán Roldán, de cabello canoso y mirada penetrante, tomó la palabra mientras sostenía un viejo plan desplegado en la mesa.

—Hemos logrado mantener este bastión en pie contra todo pronóstico —dijo con voz grave—. Pero las amenazas exteriores se han intensificado. Los Heraldos del Eclipse siguen acechando, y ahora se suman rumores de una facción que se oculta entre nosotros, infiltrados que podrían estar colaborando con nuestros enemigos.

Un murmullo inquieto recorrió la sala. Algunos rostros se volvieron hacia los recién llegados, mientras otros intercambiaban miradas de desconfianza. Kai apretó los puños y miró a Roldán con seriedad.

—¿Qué insinúas, Capitán? —preguntó Kai—. ¿Que hay traidores entre nosotros?

Roldán asintió lentamente.

—Existen señales que no puedo ignorar. Algunas de las provisiones desaparecen inexplicablemente, y se han reportado movimientos extraños durante las patrullas nocturnas. No solo estamos siendo atacados por fuerzas externas; alguien podría estar entregando información a los Heraldos o incluso facilitando sus emboscadas.

La tensión creció y, en ese instante, una mujer de mirada severa, con cicatrices que atravesaban su rostro, se levantó de entre la multitud.

—Yo he visto cosas en la noche —dijo en tono áspero—. Sombras moviéndose en los pasillos que ni siquiera los guardias pueden explicar. Y he notado que ciertos miembros del Bastión han desaparecido sin dejar rastro.

Un silencio incómodo se apoderó de la sala. Lía, que había estado callada, finalmente intervino:

—Hemos venido de muy lejos para encontrar respuestas sobre el Eclipse. Si hay traidores o colaboraciones, eso solo empeorará nuestra situación. Debemos actuar con unidad.

Kai la miró y asintió, consciente de que la incertidumbre entre los supervivientes era tan peligrosa como cualquier enemigo externo.

Roldán continuó:

—Mañana, al amanecer, la expedición partirá hacia el laboratorio abandonado. Allí esperamos encontrar registros que puedan explicar los experimentos y, con suerte, darnos una ventaja contra el virus. Pero, antes de eso, debemos limpiar el ambiente. Aquellos que estén colaborando con nuestros enemigos serán descubiertos y expulsados. Nadie está por encima del bien común.

La tensión se sintió en cada palabra. Algunos de los presentes asintieron en silencio, mientras otros murmuraban comentarios en voz baja. Entre ellos, un hombre de aspecto reservado, con una cicatriz en la mejilla y mirada inquieta, evitaba el contacto visual. Kai lo notó y se preguntó quién sería ese individuo, si acaso él estaba implicado en algo turbio.

Tras la reunión, Kai y Lía se retiraron a un pasillo lateral para conversar en privado. La luz era tenue y el ambiente impregnado de un olor a humedad y metal oxidado.

—¿Has notado algo extraño en el comportamiento de algunos? —preguntó Lía, con voz baja y preocupada.

Kai asintió, recordando miradas furtivas y silencios prolongados durante la reunión.

—Sí, hay alguien que evita hablar, que se esconde entre las sombras. No sé quién es, pero parece que sabe más de lo que deja ver. Tenemos que tener cuidado. Si hay traidores entre nosotros, eso podría costarnos caro.

Lía suspiró. Su mente divagaba en los recuerdos del camino y en las últimas noches de insomnio, donde extraños sonidos y figuras en la niebla les parecían acecharlos.

—El virus no es lo único que evoluciona en este mundo —dijo—. La desesperación, el miedo y la ambición pueden corromper incluso a los más puros. Debemos unirnos y confiar en aquellos que realmente luchan por sobrevivir, sin olvidar que a veces, la traición viene de dentro.

Mientras hablaban, desde el exterior se escuchaban sonidos de disparos y gritos lejanos. La expedición que se había organizado para el día siguiente ya comenzaba a moverse en los límites del Bastión. Roldán y algunos líderes se habían dispersado para investigar movimientos extraños, dejando la sala en un silencio tenso.

Kai y Lía regresaron a su rincón. La noche se alargó, y la incertidumbre pesaba en cada latido de sus corazones. La conversación quedó suspendida en el aire, pero ambos sabían que la verdadera prueba comenzaría al amanecer.

A la mañana siguiente, la atmósfera era casi apocalíptica. Un manto de niebla gris envolvía el Bastión, y las luces de emergencia parpadeaban con regularidad. Los miembros de la expedición se reunieron en la entrada, con rostros marcados por la fatiga y la determinación. Kai, Lía, Roldán y un grupo de diez hombres y mujeres se prepararon para partir hacia el laboratorio abandonado, cuyo rastro se perdía entre los escombros de una antigua ciudad.

Antes de partir, Kai se encontró con el hombre que había evitado contacto durante la reunión. Con una mirada seria, este individuo se presentó como Marcos, un ex-militar renegado que había decidido luchar por el bienestar del Bastión, aunque su pasado estuviera manchado de secretos.

—No me busquen problemas, pero si algo se mueve, yo me encargo —dijo Marcos, con una voz dura pero sincera.

Kai asintió. La desconfianza era inevitable, pero cada aliado era vital. Con el grupo alineado, comenzaron la marcha hacia la zona prohibida. La expedición se internó en las ruinas de la ciudad, donde las calles estaban desiertas, y el sonido de sus pasos se mezclaba con el eco de la historia perdida.

El camino era peligroso. A cada esquina, se distinguían restos de antiguos edificios, vehículos abandonados y estructuras semi-destruidas que contaban la historia de un mundo que se había desvanecido. La niebla se hacía más espesa a medida que se acercaban al laboratorio, y el ambiente se llenaba de un silencio inquietante.

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Mientras caminaban, Marcos se adelantó, guiando al grupo con una precisión militar. Kai y Lía se mantenían en la retaguardia, atentos a cualquier señal de peligro. La tensión aumentaba a cada paso.

—Aquí, en este barrio, la ciudad se desmoronó por completo —comentó Marcos, señalando edificios derrumbados y grafitis desgastados en las paredes—. Se dice que los científicos del Proyecto Génesis trabajaban en este sector.Lía frunció el ceño.—¿Y qué hacían exactamente?Marcos se detuvo, miró a su alrededor y bajó la voz.—Experimentaban con el virus para crear lo que llamaban "la nueva humanidad". Muchos de esos experimentos salieron mal, pero algunos... se transformaron en las criaturas que vemos ahora.Kai sintió cómo la inquietud crecía en su interior. La verdad era cada vez más oscura.

De repente, un ruido sordo resonó a lo lejos. El grupo se detuvo. Un murmullo, casi imperceptible, se mezclaba con el sonido del viento.—¿Lo oyeron? —preguntó Roldán, que había venido en una patrulla de reconocimiento.El silencio se hizo espeso.—Es la niebla —dijo Marcos, aunque su tono era incierto.Pero Kai notó algo diferente: en medio de la niebla, figuras que se movían con lentitud y precisión, como si estuvieran buscando algo... o a alguien.

—Tenemos compañía —dijo Lía, apuntando con la mirada.Roldán asintió.—No se alarmen. Esos son los Heraldos del Eclipse. Se dice que vigilan la zona y que solo permiten el paso a aquellos que consideran dignos.Una tensión silenciosa se apoderó del grupo. Kai se preguntó si esa "dignidad" se mediría en sangre o en fe, y si ellos, con todo su sufrimiento, cumplirían ese oscuro criterio.

El grupo continuó su marcha hasta llegar a la entrada de lo que parecía ser un edificio subterráneo. El laboratorio. La estructura estaba medio oculta por escombros, pero aún se distinguían grandes puertas de metal corroído y paneles con inscripciones en un idioma olvidado.—Aquí es —dijo Roldán, con voz temblorosa pero determinada.La expedición se detuvo frente a la entrada. Cada uno tomó una bocanada de aire, sabiendo que lo que encontraran ahí podría cambiarlo todo.

Kai y Lía intercambiaron una mirada. En sus ojos se reflejaba el miedo, la rabia y una chispa de esperanza.—Vamos a hacerlo —dijo Kai, apretando el puño—. No podemos permitir que el Eclipse nos consuma sin luchar.

Con un gesto conjunto, el grupo empujó las pesadas puertas metálicas. El chirrido se prolongó en el silencio subterráneo, y ante ellos se desplegó un pasillo oscuro, iluminado por la luz parpadeante de paneles antiguos.Dentro, las paredes estaban cubiertas de fórmulas y diagramas, y en el centro de una gran sala, reposaban equipos de laboratorio en ruinas.Lía se acercó a uno de los monitores rotos y pasó sus dedos por la pantalla, que aún mostraba fragmentos de datos.—Esto... —murmuró—. Experimentos con células humanas y muestras del virus.Marcos se adelantó, observando atentamente.—Hablaron de una "marca" en los sujetos... algo que determinaba quién podía ser transformado en la nueva humanidad y quién quedaría marcado para siempre por el virus.Kai frunció el ceño.—¿Una marca?Lía asintió lentamente.—Dicen que se manifiesta en la piel. Algunas personas desarrollan un patrón único, como un tatuaje viviente, que simboliza la conexión con el Eclipse.El ambiente se llenó de una sensación opresiva. Algo en este lugar emanaba secretos oscuros.De repente, un estruendo resonó en el pasillo y las luces parpadearon. Una alarma aguda llenó el aire, haciendo que todos se tensaran.—¡Alerta! —gritó Roldán—. ¡Alguien ha activado el sistema de seguridad!El grupo se dispersó en busca de la fuente del sonido. En medio del caos, Kai vio cómo una figura se movía con rapidez a lo largo de la pared, casi invisible entre la oscuridad y la niebla que se filtraba por las grietas.—¡Detrás de ustedes! —gritó alguien.El grupo se volvió y, en un abrir y cerrar de ojos, un haz de luz los alcanzó.Una nueva amenaza había emergido: un grupo de sobrevivientes armados que vestían ropas negras y portaban armas de apariencia letal.—Somos los Custodios de la Verdad —declará un hombre de voz firme, mientras otro sujetaba una pesada porra.—No permitiremos que nadie altere el curso del Eclipse —añadió una mujer con tatuajes oscuros que recorrían sus brazos.La tensión se disparó. Los Custodios, quienes parecían proteger este laboratorio y, por extensión, los secretos del virus, exigían lealtad absoluta.—¿Qué quieren de nosotros? —preguntó Kai, manteniendo su machete listo.El hombre de los Custodios sonrió con frialdad.—Queremos saber si ustedes, los viajeros, están dispuestos a ser parte de la nueva era o si solo serán víctimas del pasado.La sala se llenó de un silencio amenazador. Los Custodios avanzaron, sus pasos resonando en el pasillo.Lía y Kai se miraron; sabían que cada segundo contaba.—No tenemos intención de unirnos a ustedes —dijo Lía con firmeza—. Solo buscamos respuestas para detener el Eclipse.El hombre alzó la mano, y de repente, la tensión se transformó en violencia.—Entonces, deberán demostrar su valía.Un disparo resonó en la sala, y la lucha se desató en un frenesí caótico.Kai se lanzó hacia uno de los Custodios, su machete brillando con furia en la penumbra. Lía, ágil, esquivaba golpes y disparos, lanzando flechas que encontraban su objetivo entre la multitud.El combate era brutal. Las paredes retumbaban con el sonido de los golpes, y la sangre salpicaba el suelo. Cada movimiento era un riesgo mortal; el aire se llenaba de gritos, órdenes y el sonido agudo de armas chocando contra escudos improvisados.En medio del enfrentamiento, Marcos, el ex-militar, se abalanzó contra un Custodio que amenazaba con herir a Kai. La pelea se volvió personal, y en un segundo decisivo, Marcos recibió un corte profundo en el brazo que lo dejó al borde del colapso.Lía, en medio de la lucha, notó que el hombre de los Custodios observaba desde una esquina. Sus ojos parecían evaluar cada movimiento, calculando si los recién llegados eran dignos de participar en el "nuevo orden".—¡No podemos seguir así! —gritó Kai, mientras bloqueaba un golpe y contraatacaba—. ¡Esto es una trampa!Pero el Custodio respondió con una risa fría.—La verdad se forja en la lucha, y solo los fuertes sobreviven.La batalla alcanzó su clímax cuando, en un instante desesperado, Lía vio a uno de los Custodios hundir su arma en el pecho de Marcos. El cuerpo de Marcos se desplomó, y un silencio ensordecedor llenó el lugar.—¡Marcos! —gritó Lía, corriendo hacia él—.Kai sintió un dolor profundo, no solo por la pérdida, sino por la traición de un sistema que devoraba a sus propios hijos.El Capitán Roldán, que había llegado con refuerzos, tomó el control.—Retírense —ordenó, mientras los Custodios se reagrupaban y se retiraban, dejando a los supervivientes atónitos.El laboratorio se sumió en un silencio roto solo por los sollozos y el llanto contenible de los heridos.Kai se arrodilló junto a Marcos, intentando detener la hemorragia, mientras Lía, con lágrimas en los ojos, murmuraba:—No podemos permitir que esta guerra interna nos destruya.El anciano Roldán se acercó, su rostro endurecido por años de lucha.—El Eclipse nos está consumiendo por dentro y por fuera. Si no nos unimos, si no encontramos la verdad y actuamos, perderemos lo poco que nos queda.Kai levantó la mirada, sintiendo el peso de la responsabilidad.—No vendré a ser una víctima de este nuevo orden.Lía asintió, con determinación renovada, mientras el humo y la sangre se mezclaban en el ambiente.—Tenemos que encontrar las respuestas —dijo en voz baja—. Y para eso, debemos aventurarnos más allá de este bastión.El laboratorio, con sus secretos olvidados y tecnología rota, era la clave para detener el avance del virus Eclipse.Mientras el grupo se reagrupaba, los Custodios ya se habían retirado a la penumbra, pero las palabras de su líder resonaban:—La verdad se forja en la lucha.El sonido de las sirenas de emergencia y el retumbar lejano de disparos anunciaban que la batalla por el futuro apenas comenzaba.Kai y Lía se miraron, sabiendo que, pese a la tragedia y la traición, aún quedaba una chispa de esperanza. La pérdida de Marcos había dejado una marca imborrable en ellos, un recordatorio de que la lucha era inevitable.El Último Bastión se alzaba como un faro en medio de la oscuridad, pero su protección era frágil. Con determinación, Kai apretó la mano de Lía.—Nos iremos mañana al amanecer —dijo con voz firme—. Debemos buscar la verdad en el laboratorio y desmantelar este sistema que nos ha dividido.Lía asintió, y en ese silencio tenso se escuchó el palpitar de un nuevo comienzo, aunque el camino estuviera marcado por la sangre y la traición.El grupo se dispersó para prepararse para la expedición, sabiendo que la noche les traería más incertidumbre y peligros.Y en ese instante, mientras la niebla se alzaba nuevamente sobre el Bastión, Kai se dio cuenta de que, en un mundo consumido por el Eclipse, la verdadera batalla no era contra los infectados o los Heraldos, sino contra la oscuridad que habitaba en el corazón de cada hombre.