El Laverinto Del Eclipse-Chapter 2: capitulo - los Espectros del pasado
Chapter 2 - capitulo 2 - los Espectros del pasado
Kai avanzó lentamente, con el agarre firme sobre su ballesta. El aire estaba pesado, como si el mismo espacio entre las ruinas estuviera conteniendo la respiración. Todo a su alrededor parecía una representación distorsionada de lo que había sido el mundo. La niebla, espesa y gris, recorría los pasajes rotos de los edificios destruidos, mientras el viento acariciaba la tierra con un lamento casi humano. La imagen de la ciudad muerta lo rodeaba, y la sensación de ser un intruso en su propio hogar lo carcomía desde adentro.
Se detuvo, mirando a Lía. Ella no parecía tan afectada. De hecho, parecía en paz. Algo en su porte, en su calma, era desconcertante. ¿Qué tan lejos podía llegar esta chica?
Kai sabía que no tenía sentido hacerle más preguntas. Ella parecía tener todo bajo control, pero el silencio que la rodeaba lo incomodaba. Nunca había conocido a alguien como ella. Todos los supervivientes que había encontrado a lo largo de los años, a pesar de sus diferencias, siempre mostraban algo de miedo. Algo de humanidad. Algo que los hacía reales. Pero Lía... ella era otra cosa. Era diferente.
El sonido de pasos vacíos quebró la quietud cuando uno de los Abismales dejó escapar un ligero gruñido, y las otras dos criaturas imitaron el sonido. Los tres se postraron. Era algo completamente antinatural, la forma en que sus cuerpos deformes se doblaban. Ellos, los monstruos que destrozaban todo a su paso, estaban bajando la cabeza.
Kai no podía creer lo que veía. Los infectados nunca habían mostrado ningún tipo de respeto o reverencia, mucho menos ante un ser humano. Era algo inédito. El aire pareció volverse más denso, y por un segundo, todo su cuerpo se tensó, alerta ante lo imposible. ¿Qué estaba sucediendo?
Lía dio un paso al frente, ignorando la atmósfera tensa que envolvía a Kai. Su mirada era inquebrantable. Un paso, luego otro, con movimientos lentos, casi ceremoniosos. Los Abismales, en lugar de atacar, se apartaban. Sus ojos vacíos y oscuros seguían cada uno de sus movimientos, pero no hacían nada. Solo se apartaban.
—¿Qué... qué está pasando? —La voz de Kai salió más como un susurro, más para él que para ella.
Lía no volteó ni una sola vez. Sus ojos fijos al frente, sin perder el paso, dijo, casi en un susurro:
—No te preocupes. No te harán nada.
No te harán nada. Las palabras resonaron en la mente de Kai como un eco extraño, desconcertante. ¿Cómo podía ella estar tan segura? Sabía que lo que sucedía ante sus ojos era completamente imposible. Había visto cómo los infectados destrozaban a grupos enteros de supervivientes, cómo cualquier tentativa de acercarse a ellos se convertía en una condena mortal. Los infectados, especialmente los Abismales, no tenían capacidad para razonar. Eran máquinas de matar, no seguidores. Y, sin embargo, ahí estaba él, observando cómo esos monstruos se apartaban ante una joven que, hasta hace unos días, no había sido más que una desconocida.
Kai decidió no hacer más preguntas. El mundo había cambiado demasiado como para buscar respuestas lógicas. Si ella decía que no era peligroso, entonces, por alguna razón, tenía que creerle. Aunque algo en su interior le decía que había más en esa respuesta que lo que parecía a simple vista.
Finalmente, llegaron al final de la calle desolada. El sonido de los Abismales, aunque débil, seguía presente detrás de ellos. Kai miró hacia atrás, y se sorprendió al ver que las criaturas aún los observaban desde la distancia, sin moverse, pero sin abandonar su postura sumisa. Era como si los vigilasen. Algo no estaba bien.
Lía detuvo su paso. Giró lentamente y le dirigió una mirada que, aunque serena, estaba llena de una gravedad imposible de ignorar.
—Nos vamos, ahora.
Kai no necesitó que se lo repitiera. La urgencia en su tono era clara. Sin decir una palabra más, comenzó a caminar a su lado, manteniéndose alerta a cada movimiento en la oscuridad que los rodeaba. La ciudad, a pesar de estar tan desolada, parecía viva en su propia quietud, como si las ruinas fueran una prisión de silencio esperando a estallar en cualquier momento.
Unos minutos después, un grito desgarrador rompió el silencio. Un grito humano. Kai y Lía se detuvieron al instante, la tensión en el aire palpable. El sonido había sido bajo al principio, pero se intensificó rápidamente, llenando el vacío de la ciudad. Kai no pensó ni por un segundo en qué dirección provenía. Era alguien pidiendo ayuda. Alguien, que en este mundo, rara vez pedía ayuda sin estar ya condenado.
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—¡Ayuda! ¡Por favor! —El grito aumentó de volumen.
Lía no dudó. Su reacción fue inmediata. Se giró y comenzó a correr. Kai la observó por un momento, completamente desconcertado. ¿Estaba realmente a punto de correr hacia un grito en un mundo lleno de monstruos?
—¡Lía, espera! —gritó, pero ya no la veía.
Sin pensarlo más, Kai siguió su figura al frente. Aunque su instinto le gritaba que no lo hiciera, algo lo impulsaba a continuar. La había visto enfrentarse a los infectados con una calma inquietante, pero esto era diferente. Esto era real.
Cruzaron las calles, moviéndose rápidamente entre los escombros, hasta que llegaron a un callejón donde el sonido de los gritos se detuvo de golpe. La figura de Lía estaba allí, en medio de la calle, quieta.
El hombre estaba allí.
El primer vistazo le hizo pensar que era un hombre normal. Pero algo estaba muy mal. Su cuerpo estaba temblando. Su piel palidecía y se estiraba como si estuviera a punto de romperse.
—¿Lía? —Kai preguntó, con una nota de advertencia en su voz. Algo no le gustaba de aquello.
Lía no respondió. Solo dio un paso hacia el hombre, sus ojos fijos en él, como si lo conociera.
El hombre, de repente, alzó su rostro hacia ellos. Sus ojos, normalmente humanos, estaban completamente negros. La oscuridad no solo llenaba sus ojos, sino que parecía extenderse por su rostro, por su cuerpo, como si estuviera siendo invadido por una sombra.
—No... —murmuró Kai, levantando la ballesta y apuntando al hombre. No parecía humano. Su piel comenzaba a desgarrarse, mostrando una sustancia viscosa debajo, como si algo dentro de él estuviera a punto de estallar.
—¡Aléjate de él! —Kai gritó, pero Lía no retrocedió.
El hombre empezó a convulsionar de forma violenta, su cuerpo se estiraba, sus músculos se alargaban, su rostro se deformaba. Se estaba transformando.
—¡Lía, muévete! —Kai no sabía qué hacer. Las reglas del mundo estaban cambiando, y él no sabía si debía confiar en ella o luchar contra lo que se estaba descontrolando.
El hombre, ahora completamente cubierto por una capa de oscuridad y deformidad, se lanzó hacia Lía con una fuerza salvaje. En ese momento, Kai disparó.
La flecha surcó el aire, impactando de lleno en el Abismal, pero no detuvo su avance. El monstruo estaba a punto de devorarla.
Kai sintió una ola de pánico apoderarse de él, pero antes de que pudiera reaccionar, Lía levantó su mano hacia la criatura, y algo indescriptible ocurrió. La energía que emanaba de ella era como un torrente de poder contenido, el mismo que los Abismales parecían reconocer. Con un movimiento apenas perceptible, ella extendió su palma hacia el monstruo.
—¡Muere! —dijo en voz baja, casi como una oración.
El Abismal se detuvo en seco. Por un momento, el aire mismo se hizo denso, pesado. Y en ese instante, el monstruo cayó de rodillas, sus ojos volviendo a ser humanos, pero vacíos.
Kai observó en completo desconcierto cómo la figura de Lía brillaba con una luz tenue, casi inhumana. Ella no era simplemente humana. No lo era.